sábado, 12 de febrero de 2011

Hotel Casablanca

El hotel Casablanca (http://www.hotelrutadelvino.cl/ ) es a lo menos un lugar al que le falta rodaje, y a lo más un punto de partida para excursiones probablemente más interesantes que el hotel en sí. Nosotros tuvimos la oportunidad de quedar ahí un día sábado muy soleado durante un paseo al valle de Casablanca en el que visitamos la viña Casas del Bosque para almorzar.

Primero, los puntos en contra – llegando al lugar, lo primero que se ve es el letrero del “Motel Casablanca”, que se explica luego con preguntar en la recepción, donde nos explican que al lado del hotel hay un motel, también del mismo dueño. Además, es aparente que el lugar aun está en rodaje. La pieza venía completa con alambres y tuberías a la vista, un tanto desamoblado. El televisor absolutamente sin señal. La pared del comedor está “terremoteada” aun, y la recepción ni siquiera tiene muebles, mucho menos recepcionista. También se nota a lo lejos la pluma de vapor de la fábrica de la Corporación Tresmontes y a veces se escucha la carretera.

Para todo lo negativo, el lugar tiene su encanto. Primero, una piscina caliente (al menos en época estival) rodeado de pasto ubicado directo al medio del hotel. Segundo, habitaciones grandes, cómodas, y que representan un buen valor por el dinero (a la escritura $65.000 la noche). El hotel está ubicado perfectamente para explorar las numerosas viñas del valle Casablanca en forma relajada. La cercanía de Santiago permite que se llegue a este lugar de descanso sin estresarse más en el camino. En cuanto termine el rodaje y la construcción, creo que el lugar promete mucho y a un precio más que justo.

Pero como este es un blog de comida, vamos al grano. Cenamos en la noche en el hotel, y si bien no llegó a las alturas del almuerzo en el restaurante de Casas del Bosque, tiene mucho que ofrecer en gastronomía. De entrada, una ensalada de frescas hojas verdes, muy abundantes, frescas y deliciosas. Pocas veces he visto una entrada servida de forma tan honesta – promete hojas verdes y las entrega con creces, sin más aderezos que el limón y aceite. De fondo, fettuccini con salsa cuatro quesos para la Martina y una plateada con puré picante para mí. Los dos platos abundantes, sencillas en su presentación, y bien logrados. Me pareció que el fettuccini era incluso pasta fresca, y la salsa cuatro quesos con evidente sabor y textura de los quesos. Como les digo, comida honesta.

De postre una degustación, con panacotta, creme brulee, cheesecake, torta helada de mora y algunas otras cosas. Nada especial, fue el punto débil de la comida. Al alejarse de la sencillez y honestidad de lo que venía antes, se perdió el hilo. No importa – lo que venía antes estaba en porciones tan grandes que no hizo falta más, y de todos modos la torta era bastante destacable.

El desayuno al otro día nada especial con tostadas, huevos, café instantáneo, queso, y jamón como comprarías en el mesón de la fiambrería del Líder. Nada destacable, pero ningún pecado demasiado grave. Al menos se esforzaron con melón y sandía picada, y un jugo natural de melón calameño que estaba muy rico.

Veredicto – un lugar para volver siempre y cuando el real destino sea el valle. Es decir, el Hotel es una base de operaciones más que adecuada para visitar las viñas y conocer la gastronomía de sus restaurantes. Si de yapa se disfruta de la piscina y la buena cena del Hotel, bien hecho – una buena elección de todas formas.

Viña Casas del Bosque

Fuimos a aprovechar de un fin de semana soleado en el valle de Casablanca. Llegando al hotel, nos informaron que una opción para almorzar ese día era el restaurante de Casas del Bosque. Como fanáticos de esta viña, decidimos partir. Después de algunos pasos falsos navegando por Casablanca (ciudad de), llegamos a la viña, dándonos cuenta de que la señalización estaba ok y no había porqué perdernos tanto.

Llegando al imponente portón de la viña, piden registrar el país de origen y datos personales. Después hay una dramática entrada entremedio de las vides para llegar a un edificio con terrazas sombreadas alrededor en medio de una inmensa viña, sin más ruido que el viento entre las parras. Pasamos a una sala grande, donde pudimos pedir un aperitivo. Tomé una copa de Sauvignon blanc de la casa, un vino que conozco bien y que lució como siempre. Martina pidió el “trago de la casa”, una especie de sauvignon blanc sour muy bien logrado. Después de una espera corta, unos 10 minutos, pudimos pasar a la mesa. Logramos sentarnos afuera, cerca de la entrada, a la sombra, y con una vista panorámica de las plantaciones.

Pedimos una tabla que incluía unas empanadas de hojaldre de queso y cebollín, buenísimas, de masa liviana, que solamente podrían haberse mejorado si hubiesen llegado más calientes. Los camarones con mayonesa a la maracuyá también muy buenos, realmente una sorpresa. También presentes en la tabla un ceviche de pescado regular (salado y a la vez desabrid) y uno de machas un tanto duras pero con buen sabor. Finalmente pulpo sazonado con jengibre y cilantro fresco y bien ablandado. Fue una presentación no del total exitosa, pero con algunos puntos muy fuertes que serían de fácil mejora.

De plato principal, pedí un mero acompañado por pastelera de choclo con tomates cherry. La Martina se encargó de la pastelera, que según ella estaba espectacular, la mejor que ha probado. El pescado simplemente increíble, fresco, de cocción perfecta y muy bien acompañado por la pastelero por lo demás. Una revelación. De postre, un dúo de panacota de chocolate y suspiro limeño delicioso, dulce pero sin hostigar y de sabor sutil. Además el suspiro estaba bien cuajado, lo que no logran usualmente en este postre, siendo muy líquido en la mayoría de los lugares. Durante toda la comida, se observó un mesero y un servicio atento y preocupado; que circulaba con regularidad para servir el delicioso Sauvignon blanc Casas del Bosque que elegimos.


En total, una comida muy grata. Para resumir, ingredientes de calidad, bien cocidos y bien servidas, que sacan partido a los vinos consistentemente buenos de esta viña. Considerando la cercanía a Santiago, un paseo bastante recomendable para salir de lo usual y detenerse a disfrutar de una comida buena en un entorno relajado y armónico.

miércoles, 19 de enero de 2011

Enjoy del Mar

El domingo nos tocó nublado el día, así es que fuimos al cine y después al Enjoy del Mar para comer un almuerzo tardío. El lugar en sí ofrece inmejorable vista del mar y la bahía, y un buen ambiente, casi como para olvidar que está literalmente encima de los estacionadores de autos y de la muy mal tenida avenida Perú, con sus olorcillos no muy fascinantes.

El domingo hay un menú de brunch que es un estilo buffet, parecía tener buena variedad y buen valor por el dinero. Sin embargo decidimos pedir de la carta, porque no teníamos ánimo para estarnos parando a buscar todo, y de todas maneras no tenía sentido para Martina ya que hubiese comido solo las ensaladas y quizás un postre. Este menú se sirve de 12 a 17 hrs., y Alex opina que desde lo lejos se ve bastante tentador.

Pasemos al plato principal. Pedimos 2 cervezas; Alex pidió un filete en punto medio con un acompañamiento sazonado al azafrán ($ 8.500). El filete realmente minúsculo venía sobre cocido, y en total resultó bastante decepcionante. Martina pidió un sándwich Siciliano ($ 4.900), cambiando queso de cabra por queso mozzarella, petición a la cual accedieron con alacridad. El sándwich venía caliente y con tomates secos, berenjenas, y un dip de berenjenas marinadas que estaba muy rico en total. Recomendable.

En general nos dejó satisfechos la atención, rápida y amable. La gran sorpresa que nos llevamos fueron las cervezas: una Corona y una Austral, cada una por $ 2900, lo que nos pareció solo un poco descarado dado que no era congruente con el resto de los precios.

Volveríamos, pero probablemente Alex iría por el menú brunch, y seguramente no pediríamos cervezas.

Dirección: Av. Perú 100, Viña del Mar

Rhinobar

La historia de cómo llegamos a este bar es bastante divertida. La noche antes del terremoto, habíamos ido a Xampanyet, un pub en la calle Gral. Salvo en Providencia. Ojo que al minuto no sabíamos como se llamaba, y tiene un gran Rinoceronte de metal a la entrada. Salvo por el excesivo humo de cigarro, fue una velada agradable y la variedad de tragos es enorme, y vienen servidos como corresponde. Principal punto en contra: no manejan redcompra (y aparentemente ocurren terremotos cuando te vas).

Varios meses después, en groupon.cl salió un descuento en lo que creíamos que era este mismo bar, y lo compramos. Cuando quisimos ir, reservamos una mesa al teléfono señalado en el cupón, y partimos. Llegando al lugar nos dijeron que no tenían terraza -que es lo que habíamos pedido- lo que nos pareció un poco extraño, pero en fin, nos sentamos, comimos, tomamos, y a la hora de pagar descubrimos que el descuento era para, según la mesera, “el otro bar”, en General Flores, no Salvo, que usa el mismo logotipo y aparentemente es del mismo dueño. Así es que pagamos la cuenta que pensábamos que dábamos por cubierta por Groupon, y quedamos en ir al real Rhinobar otro día.

Ahora sobre lo que nos convoca. Amplia terraza, emplazada en la esquina de Gral. Flores con Pérez Valenzuela, agradable barrio, con bastante gente rara que pasa por fuera para entretenerse “pelándola”. Es prácticamente la misma carta que el otro bar, pero tienen 3 diferencias importantes: hay estacionamiento mucho más fácil y no pagado, amplia terraza (a nivel de calle y otra en el techo del bar) y tienen redcompra.

Puntos en contra: servicio que variaba entre desinteresado y completamente distraído. Para cualquier cosa que necesitábamos, había que hacer un esfuerzo para encontrar al mesero. Alex pidió una cerveza artesanal que le gustó mucho, y un sándwich de lomo a la mostaza, sorprendentemente sabroso, pero desafortunadamente acompañado con papas lay’s. Martina pidió sushi, un roll California cheese, que pese a que estaba rico, el arroz estaba graneado (no pegote como debe estar, cuando lo lavan exhaustivamente) y no era de sushi, sino que de grano largo. Después invertimos roles: Alex pidió un Metropolitan (un Cosmopolitan que en vez de jugo de limón tenía jugo de pomelo), y Martina una piscola ENORME (Alto de 40° con cocalight, en un vaso como de medio litro). El trago de Alex estaba muy rico pero le faltó vodka, más parecía un jugo con un toque de alcohol.

Volvería, pero bajo condición que cambiaran o entrenaran a los meseros.

Dirección: General Flores 229, Providencia

domingo, 2 de enero de 2011

Pinch of Pancho

Este es uno de los 2 restoranes que conocemos de Pancho Toro. Conocimos hace algún tiempo Nolita, que nos parece una opción muy agradable para compartir en pareja, si bien el ambiente no es de lo más movido.
Nos entusiasmó conocer la propuesta "más casual", Pinch of Pancho, y tuvimos una agradable cena un día de semana hace algunos meses. Luego decidimos repetir el plato para una pequeña celebración en familia la noche de la graduación de Alex.
La carta es muy variada, en general enfocada a una mezcla entre comida estadounidense tradicional y comida Creole (algo así como cocina americana-francesa de New Orleans).
Esta última vez partimos con un enorme plato de distintos mariscos apanados y fritos, y un sauvignon blanc que ya se nos olvidó cuál es, pero recomendado por el mismo mesero que nos había recomendó el William Cole, por lo que seguramente tiene buen gusto, y efectivamente fue un buen vino. Los mariscos, abundantes y sabrosos, y el plato bien caliente.
Martina se pidió una ensalada que no falla: choclo, tomate y palta, todas las verduras frescas y bien presentadas.
De fondo pedimos un lomo philadelphia -una bomba de colesteros de carne de vacuno y queso, con papas fritas- y un salteado de tofu con porotos negros, arroz y pebre, que estaba DELICIOSO, y consistente, ya que la vez anterior pedí lo mismo y estaba igual de rico.
La otra comensal pidió un osobuco estofado al vino blanco, que Alex pudo probar al otro día -ya que hay que decir que los platos son ENORMES, y es muy probable que tengan que pedir para llevar la mitad-, estaba en su punto y de un sabor muy delicado y particular.
Compartimos un mousse de chocolate, suave, no excesivamente dulce, otro acierto.
En resumen, muy recomendado, definitivamente volveremos a ir.

Dirección: General del Canto 45, Providencia.

Raúl Correa & Familia, Parque Arauco

Hoy decidimos utilizar un cupón que teníamos dando vueltas hace mucho tiempo en Raúl Correa & Familia del Parque Arauco. No habíamos ido antes, pero conocíamos el local de Avenida Las Condes.
Nos arriesgamos llendo a las 13:00 hrs., pues es por orden de llegada los domingos, pero nos encontramos con la agradable sorpresa que no tuvimos que esperar por una mesa. Después de sentados, no nos dieron mucha bola, incluso Alex llegó a preguntarse si nos habíamos vuelto invisibles.
Después de revisar las cartas decidimos pedir el maridaje. Nuestra experiencia con esta opción en el otro local es que representa un buen valor por el dinero ($11.900 por persona), sin quitar algunos peros, como tener que insistir por el vino que corresponde para cada plato, ya que es común que: ó se olvidan de traer la copa que corresponde, ó bien, traen una copa de otra cepa que lo sugerido en la carta.
No fue distinto en este local; después de pedir el menú completo, nos trajeron pisco sour de aceptable calidad. En seguida, cebiche de reineta, que estaba bastante bueno, con una copa de Sauvignos Blanc Doña Dominga, nada especial, pero a la temperatura correcta.
Luego, vino la sopa de cebolla, bastante destacable, muy caliente como debe ser, pero, ya tuvimos que insistir por la siguiente copa de vino, que nunca llegó. Lo que tampoco llegó, fue el sorbete de limón, para "limpiar el paladar" entre plato y plato.
Junto con el plato de fondo -plateada con puré de garbanzos, apenas tibio; y crêpe de verduras con salsa al pesto, también tibio, pero ambos ricos-, después de insistir, llegó el vino, por supuesto, no de la cepa correcta, pero un carmenere Viu Manent, que no dejaba nada que desear.

Finalmente, el postre simplemente un desastre: un café muy cargado, y el otro, más agüado que melón de invierno; un pie de limón que tenía todo que envidiar al del Supermercado Líder -ya que estoy segura que ponen ALGO de limón natural en ese (según Alex tenía sabor a desengrasante Glassex esencia limón)-, y un "tronco de chocolate" -un fracasado intento de brazo de reina versión chocolate- tan seco que galletas de chuño añejas parecen tiramisú al lado de él.
Veredicto: no un éxito total, y por lo general las mismas falencias que en Av. Las Condes, por lo que recomendamos este último, ya que es más bonito y nunca tuvimos un problema con el postre.

Pasta e Vino: lo bueno viene en plato chico

Pasta e Vino: lo bueno viene en plato chico
Cuando para una ocasión especial Alex me invitó a la recién inaugurada versión santiaguina de este exclusivo restaurant de Valparaíso, estaba muy entusiasmada, ya que después de varios intentos en distintas oportunidades nunca pude encontrar una reserva para su sede porteña. Y no me decepcionó en lo absoluto.
El restaurant se ubica en la planta baja del hotel boutique "The Aubrey" del barrio Bellavista -que por lo demás tiene una decoración preciosa-, y todo el interior es no-fumador. Para aquéllos que quieran echar humo, pueden sentarse afuera donde hay calefactores de exterior, pero definitivamente no lo recomiendo para los meses fríos, ya que hay mucha ventilación para que se logre una temperatura agradable.
La carta es bastante corta, pero suficiente. El menú tiene sólo una página.
Yo pedí los gnoccis de choclo que venían con tomates cherry, oliva y albahaca. DE-LI-CIO-SOS. La porción, como me imagino asumieron por el título, es pequeña, por lo que es importante pedir una entrada por persona, en vez de compartir una como usualmente lo hacen las parejas.
Alex comió fetuccini con tinta de calamares, con una salsa de mariscos surtidos, que me dijo estaban muy ricos.
Los precios de los platos van alrededor de los $7.000 y las entradas unos $5.000. Los aperitivos son de precio promedio, y sobre el vino no puedo decir nada porque cuando fuimos todavía no tenían cava, así es que pedimos por copas.
En fin, 100% recomendado. Eso sí, hagan reservaciones con anticipación, si no lo más probable es que se les agüe el panorama.
Tengo una sola crítica: uno de los meseros -vestidos completamente de negro- estaba usando zapatillas! y ni siquiera negras! sino que de un blanco sucio como si hubiese llegado de hacer skate en el parque de los reyes. INACEPTABLE! Pero se los perdono, porque el resto estaba impecable.

Dirección: Constitución 317, Barrio Bellavista