El hotel Casablanca (http://www.hotelrutadelvino.cl/ ) es a lo menos un lugar al que le falta rodaje, y a lo más un punto de partida para excursiones probablemente más interesantes que el hotel en sí. Nosotros tuvimos la oportunidad de quedar ahí un día sábado muy soleado durante un paseo al valle de Casablanca en el que visitamos la viña Casas del Bosque para almorzar.
Primero, los puntos en contra – llegando al lugar, lo primero que se ve es el letrero del “Motel Casablanca”, que se explica luego con preguntar en la recepción, donde nos explican que al lado del hotel hay un motel, también del mismo dueño. Además, es aparente que el lugar aun está en rodaje. La pieza venía completa con alambres y tuberías a la vista, un tanto desamoblado. El televisor absolutamente sin señal. La pared del comedor está “terremoteada” aun, y la recepción ni siquiera tiene muebles, mucho menos recepcionista. También se nota a lo lejos la pluma de vapor de la fábrica de la Corporación Tresmontes y a veces se escucha la carretera.
Para todo lo negativo, el lugar tiene su encanto. Primero, una piscina caliente (al menos en época estival) rodeado de pasto ubicado directo al medio del hotel. Segundo, habitaciones grandes, cómodas, y que representan un buen valor por el dinero (a la escritura $65.000 la noche). El hotel está ubicado perfectamente para explorar las numerosas viñas del valle Casablanca en forma relajada. La cercanía de Santiago permite que se llegue a este lugar de descanso sin estresarse más en el camino. En cuanto termine el rodaje y la construcción, creo que el lugar promete mucho y a un precio más que justo.
Pero como este es un blog de comida, vamos al grano. Cenamos en la noche en el hotel, y si bien no llegó a las alturas del almuerzo en el restaurante de Casas del Bosque, tiene mucho que ofrecer en gastronomía. De entrada, una ensalada de frescas hojas verdes, muy abundantes, frescas y deliciosas. Pocas veces he visto una entrada servida de forma tan honesta – promete hojas verdes y las entrega con creces, sin más aderezos que el limón y aceite. De fondo, fettuccini con salsa cuatro quesos para la Martina y una plateada con puré picante para mí. Los dos platos abundantes, sencillas en su presentación, y bien logrados. Me pareció que el fettuccini era incluso pasta fresca, y la salsa cuatro quesos con evidente sabor y textura de los quesos. Como les digo, comida honesta.
De postre una degustación, con panacotta, creme brulee, cheesecake, torta helada de mora y algunas otras cosas. Nada especial, fue el punto débil de la comida. Al alejarse de la sencillez y honestidad de lo que venía antes, se perdió el hilo. No importa – lo que venía antes estaba en porciones tan grandes que no hizo falta más, y de todos modos la torta era bastante destacable.
El desayuno al otro día nada especial con tostadas, huevos, café instantáneo, queso, y jamón como comprarías en el mesón de la fiambrería del Líder. Nada destacable, pero ningún pecado demasiado grave. Al menos se esforzaron con melón y sandía picada, y un jugo natural de melón calameño que estaba muy rico.
Veredicto – un lugar para volver siempre y cuando el real destino sea el valle. Es decir, el Hotel es una base de operaciones más que adecuada para visitar las viñas y conocer la gastronomía de sus restaurantes. Si de yapa se disfruta de la piscina y la buena cena del Hotel, bien hecho – una buena elección de todas formas.
sábado, 12 de febrero de 2011
Viña Casas del Bosque
Fuimos a aprovechar de un fin de semana soleado en el valle de Casablanca. Llegando al hotel, nos informaron que una opción para almorzar ese día era el restaurante de Casas del Bosque. Como fanáticos de esta viña, decidimos partir. Después de algunos pasos falsos navegando por Casablanca (ciudad de), llegamos a la viña, dándonos cuenta de que la señalización estaba ok y no había porqué perdernos tanto.
Llegando al imponente portón de la viña, piden registrar el país de origen y datos personales. Después hay una dramática entrada entremedio de las vides para llegar a un edificio con terrazas sombreadas alrededor en medio de una inmensa viña, sin más ruido que el viento entre las parras. Pasamos a una sala grande, donde pudimos pedir un aperitivo. Tomé una copa de Sauvignon blanc de la casa, un vino que conozco bien y que lució como siempre. Martina pidió el “trago de la casa”, una especie de sauvignon blanc sour muy bien logrado. Después de una espera corta, unos 10 minutos, pudimos pasar a la mesa. Logramos sentarnos afuera, cerca de la entrada, a la sombra, y con una vista panorámica de las plantaciones.
Pedimos una tabla que incluía unas empanadas de hojaldre de queso y cebollín, buenísimas, de masa liviana, que solamente podrían haberse mejorado si hubiesen llegado más calientes. Los camarones con mayonesa a la maracuyá también muy buenos, realmente una sorpresa. También presentes en la tabla un ceviche de pescado regular (salado y a la vez desabrid) y uno de machas un tanto duras pero con buen sabor. Finalmente pulpo sazonado con jengibre y cilantro fresco y bien ablandado. Fue una presentación no del total exitosa, pero con algunos puntos muy fuertes que serían de fácil mejora.
De plato principal, pedí un mero acompañado por pastelera de choclo con tomates cherry. La Martina se encargó de la pastelera, que según ella estaba espectacular, la mejor que ha probado. El pescado simplemente increíble, fresco, de cocción perfecta y muy bien acompañado por la pastelero por lo demás. Una revelación. De postre, un dúo de panacota de chocolate y suspiro limeño delicioso, dulce pero sin hostigar y de sabor sutil. Además el suspiro estaba bien cuajado, lo que no logran usualmente en este postre, siendo muy líquido en la mayoría de los lugares. Durante toda la comida, se observó un mesero y un servicio atento y preocupado; que circulaba con regularidad para servir el delicioso Sauvignon blanc Casas del Bosque que elegimos.
En total, una comida muy grata. Para resumir, ingredientes de calidad, bien cocidos y bien servidas, que sacan partido a los vinos consistentemente buenos de esta viña. Considerando la cercanía a Santiago, un paseo bastante recomendable para salir de lo usual y detenerse a disfrutar de una comida buena en un entorno relajado y armónico.
Llegando al imponente portón de la viña, piden registrar el país de origen y datos personales. Después hay una dramática entrada entremedio de las vides para llegar a un edificio con terrazas sombreadas alrededor en medio de una inmensa viña, sin más ruido que el viento entre las parras. Pasamos a una sala grande, donde pudimos pedir un aperitivo. Tomé una copa de Sauvignon blanc de la casa, un vino que conozco bien y que lució como siempre. Martina pidió el “trago de la casa”, una especie de sauvignon blanc sour muy bien logrado. Después de una espera corta, unos 10 minutos, pudimos pasar a la mesa. Logramos sentarnos afuera, cerca de la entrada, a la sombra, y con una vista panorámica de las plantaciones.
Pedimos una tabla que incluía unas empanadas de hojaldre de queso y cebollín, buenísimas, de masa liviana, que solamente podrían haberse mejorado si hubiesen llegado más calientes. Los camarones con mayonesa a la maracuyá también muy buenos, realmente una sorpresa. También presentes en la tabla un ceviche de pescado regular (salado y a la vez desabrid) y uno de machas un tanto duras pero con buen sabor. Finalmente pulpo sazonado con jengibre y cilantro fresco y bien ablandado. Fue una presentación no del total exitosa, pero con algunos puntos muy fuertes que serían de fácil mejora.
De plato principal, pedí un mero acompañado por pastelera de choclo con tomates cherry. La Martina se encargó de la pastelera, que según ella estaba espectacular, la mejor que ha probado. El pescado simplemente increíble, fresco, de cocción perfecta y muy bien acompañado por la pastelero por lo demás. Una revelación. De postre, un dúo de panacota de chocolate y suspiro limeño delicioso, dulce pero sin hostigar y de sabor sutil. Además el suspiro estaba bien cuajado, lo que no logran usualmente en este postre, siendo muy líquido en la mayoría de los lugares. Durante toda la comida, se observó un mesero y un servicio atento y preocupado; que circulaba con regularidad para servir el delicioso Sauvignon blanc Casas del Bosque que elegimos.
En total, una comida muy grata. Para resumir, ingredientes de calidad, bien cocidos y bien servidas, que sacan partido a los vinos consistentemente buenos de esta viña. Considerando la cercanía a Santiago, un paseo bastante recomendable para salir de lo usual y detenerse a disfrutar de una comida buena en un entorno relajado y armónico.
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